31 de noviembre de 2008
ANTE NUESTRO ADVIENTO
Querido amigo/a y hermano/a: Paz
La alianza definitiva de Dios con los hombres y mujeres de este mundo no es fruto de la fantasía humana. Está ligada a una mujer. Esta mujer se llama MARIA. Esta mujer dió a luz un niño que recibe el nombre de Jesús (Dios-con-nosotros).
En este Adviento, que comenzamos, recordamos aquel pasaje de San Pablo en el que confiesa que le gustaría hacer el bien, pero que termina haciendo precisamente lo que no quiere (Rom. 7,15). Esta, sin duda, es una verdad que se aplica a nosotros tanto en nuestra vida particular como en la comunitaria… Sin duda que muchas veces tenemos buenas intenciones, nos sentimos movidos a hacer el bien, a ser sinceros, generosos… Muchas veces, seguro, denunciamos la explotación y explotamos, denunciamos a los “adoradores de ídolos”, a los que adoran el dinero, la fuerza, el poder, el placer, pero encendemos velas a esos mismos ídolos. Denunciamos, también muchas veces, la codicia pero rezamos para acertar “de lleno” en las quinielas, en la lotería, en el bingo…
Ante todas estas realidades surge nuestra suplica a Dios, pidiéndole un SER NUEVO, libre del egoísmo del orgullo, del afán de poder que llenan, tantas veces, nuestros corazones. (1 Jn. 5,1-4)
– QUE EL SEÑOR OIGA NUESTRO CLAMOR,
– QUE NOS TRAIGA EL GRAN REGALO DE UN CORAZON DE CARNE, HUMANO Y ARRANQUE EL DE PIEDRA QUE, A VECES, LLENA NUESTRO PECHO,
– QUE EL QUE CONOCE NUESTRAS FLAQUEZAS Y LIMITACIONES NAZCA DEFINITIVAMENTE EN NUESTRAS VIDAS.